jueves, 11 de enero de 2007

El iPhone de Apple

Steve Jobs presidente de Apple Inc., por fin hizo publica a través de una conferencia en el Macworld en San francisco (USA), su nuevo dispositivo móvil, para muchos el más esperado del año, el iPhone.

El teléfono de Apple incluye pantalla táctil entre sus prestaciones


También se ha presentado la versión definitiva del Apple TV, un dispositivo para conectar internet y televisión.

El iPhone fue presentado como un dispositivo que fusiona 3 tipos de productos distintos: Un movil, Un dispositivo multimedia (música, fotos, camara, videos, etc..) y un dispositivo de acceso a Internet (navegar, email, etc..), es un teléfono movil 2G (de segunda generación), que cuenta con alrededor de 200 patentes, entre las que destaca su pantalla táctil “multi-touch”, así que olvídense del pen, todas las funciones serán controladas utilizando “nuestros dedos”; contara también con censores de luz ambiental que ajustara automáticamente el brillo de la pantalla dependiendo la luz exterior, censores de movimiento de apague automático, tiene conectividad con Wi-Fi (internet inalambrica), Bluetooth, GSM Cuatribanda y todo esto desde luego que trabajara con Mac OS X

El nuevo dispositivo saldrá a la venta en Estados Unidos en Junio de 2007 y por contrato de 2 años (24 meses) con la compañía Cingular, en Europa a finales del año, y en Asia en el 2008, estará disponible en 2 versiones, un modelo con una capacidad de 4 GB por US$ 499 dólares (€ 384 euros) y otro modelo de 8 GB por US$ 599 (€ 461 euros), precio en los Estados Unidos…

Nuevo sol sube a su mejor nivel desde enero 1999

La moneda nacional, el nuevo sol, cerró el jueves en alza frente al dólar, impulsado por ventas de la moneda estadounidense por parte de empresas locales en un período de pago de impuestos, dijeron operadores.


El Banco Central intervino en el mercado de cambios con compras por 50 millones de dólares para atenuar el alza del sol a un tipo de cambio promedio de 3,1912 soles por dólar(wauuuuuuuu el mejor desde Enero de 1999!!!).

Según el Banco de Crédito, la próxima semana el sol se ubicaría entre 3,190 y 3,193 unidades por dólar, en un contexto de oferta de dólares de empresas locales para pagar impuestos y compras de dólares del Banco Central para reducir la volatilidad excesiva del tipo de cambio.

La moneda peruana se aprecia en lo que va del año un 0,16 por ciento, con adquisiciones de la divisa estadounidense por parte del Banco Central por 235 millones de dólares para atenuar el alza del sol.

El tipo de cambio en el mercado informal se ubicó el jueves en 3,191/3,196 soles por dólar. En las ventanillas de los bancos, el precio registró 3,130/3,260 soles por dólar.

Ahora bien, no entiendo porque el Banco Central tiene que comprar dolares, para atenuar la alza dice este... Pero para que queremos atenuarla si nos conviene que el Nuevo Sol este en alza constante, como quisiera yo que nuestra querida moneda este a iguales con el Dolar. Un deseo no muy lejano ... que digamos.

dentro de diez años, Brasil hablará también español

Mientras en Euskadi y Cataluña los nacionalistas intentan por cualquier medio arrinconar la lengua española y excluirla del sistema educativo, el Parlamento de Brasil, por aclamación y en pleno, acaba de aprobar una ley por la que se obliga a los centros de secundaria a ofrecer el español como asignatura. Según su promotor, el diputado Atila Lira, “dentro de diez años Brasil también hablará español”.



El desarrollo consecuente de esta ley
puede convertir al español (y no al inglés) en la lengua decisiva de América en
el siglo XXI. Y, con toda certeza, en la más hablada del
continente


lunes, 1 de enero de 2007

PaTaS bRoChAs En InGeNiO



No pude sacarlo del cuadro, sorry

pero aqui tan, ...

tan sausssss como siempre .....

bRoChAs PaTaS jEjEjE !!!!!!


Mis patas los brochas en el paseo en bici a ingenio, que lindos no?

Creo que ahora si me dejaran ganar no??????

wauuuuuuuuuuuu
Sawwwwwwwww!!!!!!!!!!!!!!!!

La cueva de la mora



“LA CUEVA DE LA MORA”

Frente al establecimiento de baños de Fitero, y sobre unas rocas cortadas a pico a cuyos pies corre el río Alhama, se ven todavía los restos abandonados de un castillo árabe, célebre en los fastos gloriosos de la reconquista por sido teatro de grandes y memorables hazañas así por parte de los que lo defendieron como los que valerosamente clavaron sobre sus almenas el estandarte de la Cruz.

De la cruz no quedan más que algunos ruinosos vestigios; las piedras de la atalaya han caído unas sobre otras al foso y lo han cegado por completo, en el patio de armas crecen zarzales y matas de jaramago; por todas partes adonde se vuelven los ojos no se ven más que arcos rotos, sillares oscuros y carcomidos; aquí un lienzo de barbacana, por entre cuyas hendiduras nace la hiedra; allí un torreón que aún se tiene en pie como por milagro; más allá los postes de argamasa con las anillas de hierro que sostenían el puente colgante.

Durante mi estancia en los baños, ya por hacer ejercicio, que según me decían, era conveniente al estado de mi salud, ya arrastrado por la curiosidad, .todas las tardes tomaba entre aquellos vericuetos el camino que conduce a las ruinas de la fortaleza árabe y allí me pasaba las horas y las horas escarbando el suelo por ver si encontraba algunas armas, dando golpes en los muros para observar si sonaban a hueco y sorprender el escondrijo de un tesoro, y metiéndome por todos los rincones con la idea de encontrar la entrada de algunos de esos subterráneos que es fama existen en todos los castillos de los moros.

Mis diligentes pesquisas fueron por demás infructuosas.

Sin embargo una tarde en que, ya desesperanzado de hallar algo nuevo y curioso en lo alto de la roca sobre que se asienta el castillo, renuncié a subir a ella, y limité mi paseo a las orillas del río que corre a sus pies; andando, andando a lo largo de la ribera, vi una especie de boquerón abierto en la peña viva y medio oculto por frondosos y espesísimos matorrales. No sin mi poquito de temor, separé el ramaje que cubría la entrada de aquello que me pareció cueva formada por la Naturaleza y que, después que anduve algunos pasos, vi era un subterráneo abierto a pico.

No pudiendo penetrar hasta el fondo, que se perdía entre las sombras, me limité a observar cuidadosamente las particularidades de la bóveda y del piso, que me pareció que se elevaba formando como unos grandes peldaños en dirección a la altura en que se halla el castillo de que ya he hecho mención, y en cuyas ruinas recordé entonces haber visto una poterna cegada. Sin duda, había descubierto uno de esos caminos secretos, tan comunes en las obras militares de aquella época, el cual debió de servir para hacer salidas falsas o coger, estando sitiados, el agua del río que corre allí inmediato.

Para cerciorarme de la verdad que pudiera haber en mis inducciones, después que salí de la cueva por donde mismo había entrado, travé conversación con un trabajador que andaba podando unas viñas en aquellos vericuetos y al cual me acerqué so pretexto de pedirle lumbre para encender un cigarrillo.

Hablamos de varias cosas indiferentes: de las propiedades medicinales de las aguas de Fitero, de la cosecha pasada y la por venir, de las mujeres de Navarra y el cultivo de las viñas; hablamos, en fin, de todo lo que al buen hombre se le ocurrió, primero que de la cueva, objeto de mi curiosidad.

Cuando, por último, la conversación recayó sobre este punto, le pregunté si sabía de alguien que hubiese penetrado en ella y visto su fondo.

— ¡Penetrar en la cueva de la Mora!— me dijo, como asombrado al oír mi pregunta—. ¿Quién había de atreverse? ¿No sabe Ud. que de esa sima sale todas las noches un ánima?

— ¡Un ánima!— exclamé, sonriéndome—. ¿El ánima de quién?

—El ánima de la hija de un rey moro que anda todavía penando por estos lugares, y se la ve todas las noches salir vestida de blanco de esa cueva, y llena en el río una jarrita de agua.

Por la explicación de aquel buen hombre vine en conocimiento de que acerca del castillo árabe y del subterráneo que yo suponía en comunicación con él había alguna historia, y como yo soy muy amigo de oír todas estas tradiciones, especialmente de labios de la gente de pueblo, le supliqué me la refiriese, lo cual hizo, poco más o menos en los mismos términos que yo, a mi vez, se la voy a referir a mis lectores.


Cuando el castillo, del que ahora sólo restan algunas informes ruinas, se tenía aún por los reyes moros, y sus torres, de las que no ha quedado piedra sobre piedra, dominaban desde lo alto de la roca en que se asientan todo aquel fertilísimo valle que fecunda el río Alhama, tuvo lugar junto a la villa de Fitero una reñida batalla, en la cual cayó herido y prisionero de los árabes un famoso caballero cristiano, tan digno de renombre por su piedad como por su valentía.

Conducido a la fortaleza y cargado de hierros por sus enemigos, estuvo algunos días en el fondo de un calabozo luchando entre la vida y la muerte, hasta que, curado casi milagrosamente de sus heridas, sus deudos lo rescataron a fuerza de oro. ,

Volvió el cautivo a su hogar; volvió a estrechar entre sus brazos a los que le dieron el ser. Sus hermanos de armas y sus hombres de guerra se alborozaron al verlo, creyendo llegada la hora de emprender nuevos combates; pero el alma del caballero se había llenado de una profunda y extraña melancolía, y ni el cariño paterno ni los esfuerzos de la amistad eran parte a disiparla.

Durante su cautiverio logró ver a la hija del rey moro, de cuya hermosura tenía noticias por la fama antes de conocerla; pero cuando la hubo conocido la encontró tan superior a la idea que de ella se había formado, que no pudo resistir a la seducción de sus encantos y se enamoró perdidamente de un objeto para él imposible.

Meses y meses pasó el caballero forjando los proyectos más atrevidos y absurdos: ora imaginaba un medio de romper las barreras que lo separaban de aquella mujer, ora hacía mayores esfuerzos por olvidarla, y ya se decidía por una cosa, ya se mostraba partidario de otra absolutamente opuesta, hasta que, al fin, un día reunió a sus hermanos y compañeros de armas, mandó llamar a sus hombres de guerra y, después de hacer con el mayor sigilo todos los aprestos necesarios, cayó de improviso sobre la fortaleza que guardaba a la hermosura objeto de su insensato amor.

Al partir esta expedición, todos creyeron que sólo movía a su caudillo el afán de vengarse de cuanto lo habían hecho sufrir aherrojándolo en el fondo de sus calabozos; pero después de tomada la fortaleza, no se ocultó a ninguno la verdadera causa de aquella arrojada empresa, en que tantos buenos cristianos habían perecido para contribuir al logro de una pasión indigna.

El caballero, embriagado en el amor que, al fin, logró encender en el pecho de la hermosísima mora, ni hacía caso de los consejos de sus amigos, ni paraba mientes en las murmuraciones y las quejas de sus soldados. Unos y otros clamaban por salir cuanto antes de aquellos muros, sobre los cuales era natural que hubieran de caer nuevamente los árabes, repuestos del pánico de la sorpresa.


Y, en efecto, sucedió así: el rey allegó gentes de los lugares comarcanos, y una mañana el vigía que estaba puesto en la atalaya de la torre bajó a anunciar a los enamorados amantes que por toda la sierra que desde aquella roca se descubre se veía bajar tal nublado de guerreros, que bien podía asegurarse que iba a caer sobre el castillo la morisma entera.

La hija del rey se quedó al oírlo pálida como la muerte; el caballero pidió sus armas a grandes voces y todo se puso en movimiento en la fortaleza. Los soldados salieron en tumulto de sus cuadras; los jefes comenzaron a dar órdenes; se bajaron los rastrillos, se levantó el puente colgante y se coronaron de ballesteros las almenas.

Algunas horas después comenzó el asalto.

El castillo podía llamarse con razón inexpugnable. Sólo por sorpresa, como se apoderaron de él los cristianos, era posible rendirlo. Resistieron, pues, sus defensores una, dos y hasta diez embestidas.

Los moros se limitaron, viendo la inutilidad de sus esfuerzos, acercarlo estrechamente para hacer capitular por hambre a sus defensores.

El hambre comenzó, en efecto, a hacer estragos horrorosos entre los cristianos; pero sabiendo que, una vez rendido el castillo, el precio de la vida de sus defensores era la cabeza de su jefe, ninguno quiso hacerle traición, y los mismos que habían reprobado su conducta juraron perecer en su defensa.

Los moros, impacientes, resolvieron dar un nuevo asalto al mediar la noche. La embestida fue rabiosa, la defensa desesperada y el choque horrible. Durante la pelea,el rey, partida la frente de un hachazo, cayó al foso desde lo alto del muro, a que había logrado subir con la ayuda de una escala, al mismo tiempo que el caballero recibía un golpe mortal en la brecha de la barbacana, en donde unos y otros combatían cuerpo a cuerpo entre las sombras.

Los cristianos comenzaron a cejar y a replegarse. En este punto la mora se inclinó sobre su amante, que yacía en el suelo, moribundo, y tomándolo en sus brazos con unas fuerzas que hacían mayores la desesperación y la idea del peligro, lo arrastró hasta el patio de armas.

Allí tocó un resorte y por la boca que dejó ver una piedra al levantarse como movida de un impulso sobrenatural desapareció con su preciosa carga y comenzó a descender hasta llegar al fondo del subterráneo.


Cuando el caballero volvió en sí, tendió a su alrededor una mirada llena de extravío, y dijo:

— ¡Tengo sed! ¡Me muero! ¡Me abraso!

Y en su delirio, precursor de la muerte; de sus labios secos, por los cuales silbaba la respiración al pasar, sólo se oían salir estas palabras angustiosas:

— ¡Tengo sed! ¡Me abraso! ¡Agua! ¡Agua!

La mora sabía que aquel subterráneo tenía una salida al valle por donde corre el río. El valle y todas las alturas que lo coronan estaban llenos de soldados moros, que, una vez rendida la fortaleza, buscaban en vano por todas partes al caballero y a su amada para saciar en ellos su sed de exterminio. Sin embargo, no vació un instante, y tomando el casco del moribundo, se deslizó como una sombra por entre los matorrales que cubrían la boca de la cueva y bajó a la orilla del río.

Ya había tomado el agua, ya iba a incorporarse para volver de nuevo al lado de su amante, cuando silbo una saeta y resonó un grito.

Dos guerreros moros que velaban alrededor de la fortaleza habían disparado sus arcos en la dirección en que oyeron las ramas moverse.

La mora herida de muerte, logró, sin embargo, arrastrarse a la entrada del subterráneo y penetrar hasta el fondo, donde se encontraba el caballero. Este, al verla cubierta de sangre y próxima a morir recuperó su razón y, conociendo la enormidad del pecado que tan duramente expiaban volvió los ojos al cielo, tomó el agua que su amante le ofrecía y, sin acercársela a los labios, preguntó a la mora:



— ¿Quieres ser cristiana? ¿Quieres morir en mi religión y, si me salvo, salvarte conmigo?
La mora, que había caído al suelo desvanecida por la falta de sangre, hizo un movimiento imperceptible con la cabeza, sobre la cual derramó el caballero el agua bautismal invocando el nombre del Todopoderoso.

Al otro día el soldado que disparó la saeta vio un rastro de sangre a la orilla del río, y siguiéndolo entró en la cueva, donde encontró los cadáveres del caballero y su amada, que aún vienen por las noches a vagar por estos contornos.














Gustavo Adolfo Bécquer